Aquellos que son propensos a la infatuación vulgar pueden exclamar: "¡Montesquieu ha dicho esto! ¡Así que es magnífico! ¡Es sublime!" Pues yo tengo el coraje de tener mi propia opinión. Yo digo: ¡Qué! ¿Tú te atreves a llamar excelente a eso? ¡Es espantoso! ¡Es abominable! Estas selecciones al azar de los escritos de Montesquieu me demuestran que él considera a las personas, las libertades, la propiedad--la humanidad misma-- nada más que materiales para que los legisladores ejerciten su sabiduría sobre ellos.
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Lillian Martinez, Anfitriona
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