Ahora, oiga al gran Montesquieu sobre este mismo tema:
Fíjense en el espíritu maravilloso de estos legisladores: Con deshonrar todas las costumbres establecidas--con mezclar los conceptos usuales de todas las virtudes--ellos sabían de antemano que el mundo admiraría su sabiduría. Lycurgus le dió estabilidad a su ciudad de Esparta al combinar los robos pequeños con el alma de la justicia; al combinar la servidumbre más completa con la libertad extrema; al combinar las creencias más atroces con la moderación más grande. Parecía que él privaba a su ciudad de todos sus recursos, artes, comercio, dinero, defensa. En Esparta, la ambición funcionaba sin la esperanza de recibir recompensa material. El afecto natural no encontraba satisfacción porque un hombre no era ni hijo, ni esposo, ni padre. Aun la castidad ya no se consideraba decorosa. de este modo, Lycurgus guió a Esparta a la grandiosidad y la gloria. Esta osadía la cual se encontraba en las instituciones de Grecia se ha repetido en medio de la degeneración y la corrupción de nuestros tiempos modernos. Ocasionalmente un legislador honesto ha moldeado a un pueblo en el cual la integridad aparece tan natural como el valor de los espartacos. El Sr. William Penn, por ejemplo, es un verdadero Lycurgus. Aunque el objetivo del Sr. Penn era la paz--mientra Lycurgus tuvo la guerra como su objetivo--se parecen en que su prestigio moral sobre los hombres libres les permitió vencer los prejuicios, subyugar las pasiones, y dirigir SUS respectivos pueblos por nuevos caminos. El país de Paraguay nos proporciona otro ejemplo [de pueblos que sus legisladores han moldeado por su propio bien]. Ahora, es verdad que si uno considera que el placer puro de dirigir sea la alegría más grande de la vida, proyecta un crimen en contra de la sociedad. Será, sin embargo, siempre un noble ideal gobernar a los hombres de una manera que los haga más felices. Los que deseen establacer instituciones similares deben hacer lo siguiente: Establecer la propiedad común de los bienes raíces como en La República de Platón; venerar a los dioses como Platón mandaba; prevenir que los extranjeros se juntaran con el pueblo, para preservar las costumbres; dejar que el estado, en vez de los ciudadanos, establezca el comercio. Los legisladores deben proveer artes en vez de lujos; ellos deben satisfacer las necesidades en vez de los deseos."
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Lillian Martinez, Anfitriona
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