La ley es justicia. Con esta proposición se puede concebir un gobierno simple y perdurable. Y yo reto a cualquiera que me diga cómo pudiera surgir la intención de revolución, de insurreción, ni alzamiento leve, en contra de un gobierno cuyas fuerzas organizadas estén limitadas sólo a suprimir la injusticia. Bajo tal régimen, habría la mayor prosperidad--y sería distribuída más igualmente. En cuanto a los sufrimientos que son inseparables de la humanidad, a nadie ni siquiera se le ocurriría echarle la culpa al gobierno por ellos. Esto es cierto porque, si la fuerza del gobierno estuviera limitada a suprimir la injusticia, entonces el gobierno no tendría la culpa de estos sufrimientos tal como no tiene la culpa de los cambios de temperatura. Para comprobar esta declaración, considere esta pregunta: ¿Alguna vez la gente se ha alzado en contra del Tribunal de Apelación, o atropellado a un Juez de Paz, para conseguir salarios más altos, libre crédito, herramientas de producción, tarifas favorables, o puestos creados por el gobierno? Todo el mundo sabe muy bién que tales asuntos no están bajo la jurisdicción del Tribunal de Apelación ni un Juez de Paz. Y si el gobierno estuviera limitado a sus funciones correctas, todo el mundo pronto se darían cuenta que estos asuntos no están bajo la jurisdicción de la ley misma. Pero si hacen las leyes sobre el principio de la fraternidad--proclamando que todo lo bueno, y lo malo, surge de la ley; que la ley es responsable for todas las desgracias y todas las desigualdades sociales--entonces se dá pié a una sucesión eterna de quejas, irritaciones, aflicciones, y revoluciones.
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Lillian Martinez, Anfitriona
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