Con la credulidad sorprendente que es típica de los clásicos,
Fenelon pasa por alto la autoridad de la razón y los hechos al
atribuir la felicidad general de los egipcios, no a su propia
sabiduría, sino a la sabiduría de sus reyes:
Después, Mentor quiere que me fije en la satisfacción y la abundancia que se esparce por todo Egipto, donde hay 22,000 ciudades. El admiraba las buenas regulaciones de policía en las ciudades; la justicia que se daba a los pobres en contra de los ricos; la buena educación de los niños con respecto a la obediencia, el trabajo, la sobriedad, y la devoción a las artes y las letras; la exactitud con que se hacían todas las ceremonias religiosas; la generosidad, la alta consideración del honor, la lealtad hacia los hombres, y el respeto a los dioses que cada padre le enseñaba a sus hijos. El nunca cesaba de admirar la prosperidad del país. "Felices," decía él, "son la gente gobernada de esta manera por un rey sabio."
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Lillian Martinez, Anfitriona
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