Pero por otra parte, imagínese que este principio se haya introducido: Pretendiendo organizar, regular, proteger, o fomentar, la ley toma propiedad de una persona y se la dá a otra; la ley toma la riqueza de todos para dársela a los pocos--ya sean campesinos, fabricantes, navieros, artistas, o comediantes. Bajo estas circunstancias, entonces desde luego todas las clases aspirarán a apoderarse de la ley, y eso es lógico. Las clases excluídas exigirán furiosamente su derecho a votar--y derrocarán la sociedad en vez de no obtenerlo. Aún los mendigos y vagabundos le probarán a usted que ellos también tienen un derecho inviolable a votar. Ellos le dirán a usted: "No podemos comprar vino, tabaco, ni sal sin pagar el impuesto. Y parte del impuesto que pagamos se le da por ley--en forma de privilegios y subsidios--a hombres que son más ricos que nosotros. Otros usan la ley para aumentar los precios del pan, la carne, el hierro o la tela. Entonces, como todos los demás usan la ley para su propia ganancia, nosotros también quisiéramos usar la ley para nuestra propia ganancia. Demandamos de la ley el derecho a recibir subsidio, que es el saqueo del hombre pobre. Para obtener este derecho, nosotros debemos ser votantes y legisladores para poder organizar la Mendicidad en gran escala para nuestra propia clase, tal como ustedes han organizado la Protección en gran escala para su clase. Ahora no nos digan a nosotros los mendigos que ustedes actuarán por nosotros, y entonces tirarnos como propone el Sr. Memerel, 600,000 francos para que nos callemos, como si nos tiraran un hueso para carcomer. Tenemos otras demandas. Y de todos modos, ¡queremos negociar nosotros mismos como las otras clases han negociado por sí mismas!" ¡Y qué me pueden decir para contestar este razonamiento!
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Lillian Martinez, Anfitriona
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