La protección propia y el desarollo propio son aspiraciones comunes entre todas las gentes. Y si todos gozaran del uso de sus facultades sin restricción y la disposición libre de los frutos de su labor, el progreso social sería sin parar, sin interrupción, y sin fallar. Pero también hay otra tendencia que es común entre la gente. Cuando pueden, quieren vivir y prosperar a cuestas de otros. Esta no es una acusación imprudente. Ni proviene de un espíritu sin caridad ni sombrío. Los anales de la historia son testigo de su veracidad: las guerras incesantes, las migraciones en masa, las persecusiones religiosas, la esclavitud universal, el fraude en el comercio, y los monopolios. Este anhelo fatal tiene su origen en la misma naturaleza del hombre--ese instinto primitivo, universal, e insuprimible que lo lanza a satisfacer sus deseos con el menor dolor posible.
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Lillian Martinez, Anfitriona
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