El fenómeno extraño de nuestros tiempos--el que probablemente sorprenderá a nuestros descendientes--es la doctrina basada en esta hipótesis triple: la inercia total de la humanidad, la omnipotencia de la ley, y la infalibilidad del legislador. Estas tres ideas forman el símbolo sagrado de aquellos que se proclaman demócratas totales. Los partidarios de esta doctrina también pretenden ser SOCIALES. En la medida en que son democráticos, ponen gran fé en la humanidad. Pero en la medida en que son sociales, consideran la humanidad como casi igual que el fango. Examinemos este contraste con más detalle. ¿Cuál es la actitud del demócrata cuando se habla sobre los derechos políticos? ¿Cómo él juzga a la gente cuando hay que elegir a un legislador? Ah, entonces dicen que la gente tiene una sabiduría instintiva; gozan de la percepción más fina; SU VOLUNTAD SIEMPRE ESTÁ CORRECTA; la voluntad general NO PUEDE FALLAR; la votación nunca es suficientemente universal. Cuando es hora de votar, aparentemente al elector no se le pide ninguna garantía de su sabiduría. Su voluntad y su capacidad para elegir sabiamente se dan por sentadas. ¿El pueblo puede errar? ¿No vivimos en una era de iluminación? !Qué! ¿A la gente siempre se le va a llevar con correas? ¿Ellos no han ganado sus derechos con gran esfuerzo y sacrificio? ¿Ellos no han dado pruebas amplias de su inteligencia y sabiduría? ¿Ellos no son adultos? ¿Ellos no son capaces de juzgar por sí mismos? ¿Ellos no saben lo que les conviene? ¿Hay una clase o un hombre tan atrevidos que se pongan por encima de la gente, y juzguen y actúen por ellos? No, no, la gente son y deben ser LIBRES. Ellos desean manejar sus propios asuntos, y así lo harán. Pero cuando el al fín se elige al legislador--¡ah! entonces el tono de su arenga sufre un cambio radical. El pueblo regresa a la pasividad, inercia, e insensibilidad; el legislador entra en la omnipotencia. Ahora le toca a él iniciar, dirigir, impulsar, y organizar. La humanidad sólo tiene que someterse; ha llegado la hora del despotismo. Ahora observamos esta idea fatal. La gente que, durante la elección, eran tan sabios, tan morales, y tan perfectos, ahora no tienen ningunas tendencias; o si tienen algunas, son tendencias que conducen hacia abajo, a la degradación.
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Lillian Martinez, Anfitriona
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