Yo no uso la palabra en un sentido vago, incierto, aproximado o metafórico, como se hace frecuentemente. Yo la uso en su sentido científico--como expresando la idea a diferencia de la propiedad [los salarios, los bienes raíces, el dinero, o lo que sea]. Cuando una parte de la riqueza se transfiere de la persona que la posee--sin su consentimiento y sin remuneración, y ya sea a la fuerza o por fraude--a cualquiera que no la posea, entonces yo digo que la propiedad ha sido violada; que se ha cometido un acto de saqueo. Yo digo que tal acto es exactamente lo que la ley se supone que suprima, siempre y en todas partes. Cuando la misma ley comete este acto que se supone que suprima, yo digo que aún se comite saqueo, y agrego que desde el punto de vista de la sociedad y el bienestar, esta agresión en contra de los derechos es todavía peor. En este caso del saqueo legal, sin embargo, la persona que recibe los beneficios no es el autor del acto de saqueo. La culpabilidad por este saqueo legal yace en la ley, el legislador, y la sociedad misma. Ahí es donde está el peligro político. Es lametable que la palabra saqueo sea ofensiva. He tratado en vano de encontrar una palabra que no sea ofensiva, porque yo no quisiera en ningún momento--especialmente ahora--agregar una palabra irritante a nuestras discordias. Por eso, tanto si me crean como si no me crean, afirmo que no quiero atacar las intenciones ni la moralidad de nadie. Más bien, estoy atacando una IDEA que yo creo que es falsa; un plan que me parece a mí que es injusto; una injusticia tan independiente de las intenciones personales, que cada uno de nosotros se beneficia con ella sin querer, y sufre por ella sin saber la causa del sufrimiento.
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Lillian Martinez, Anfitriona
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