Si una nación se fundara bajo este fundamento, me parece que el órden prevalecería entre la gente, en intención tanto como en hechos. Me parece que tal nación tendría el gobierno más sencillo, fácil de aceptar, económico, limitado, no opresivo, justo y perdurable que se pueda imaginar--cualquiera que fuera su forma política. Bajo tal administración, todos entenderían que ellos mismos poseen todos los privilegios tan bién como todas las responsabilidades de su existencia. Nadie tendría desacuerdos con el gobierno, con tal que se respetara su persona, su trabajo fuera libre, y los frutos de su labor fueran protegidos contra todo ataque injusto. Si tuvieran éxito, no tendrían que darle las gracias al estado por su éxito. Y al contrario, si fracasaran, no pensarían en culpar al estado por su calamidad tal como los campesinos no culpan al estado por el graniso o la escarcha. Además se puede decir que, gracias a la falta de intervención del estado en los asuntos privados, nuestros deseos y su satisfacción se desarrollarían de una manera lógica. No veríamos a las familias pobres buscando educación académica antes de tener comida. No veríamos a las ciudades ganando población a costa de los distritos rurales, ni los distritos rurales a costa de las ciudades. No veríamos las decisiones legislativas causando grandes desplazamientos de capital, trabajo, y población. Las fuentes de nuestra existencia se convierten en inciertas y precarias por estos desplazamientos creados por el estado. Y, además, estos actos cargan al gobierno con responsabilidades aumentadas.
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Lillian Martinez, Anfitriona
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