A la Raíz

Los pueblos, como los hombres, no se curan del mal que les roe el hueso con menjurjes de última hora, ni con parches que les muden el color de la piel. A la sangre hay que ir, para que se cure la llaga. No hay que estar al remedio de un instante, que pasa con él, y deja viva y más sedienta la enfermedad. O se mete la mano en lo verdadero, y se le quema al hueso el mal, o es la cura impotente, que apenas remienda el dolor de un día, y luego deja suelta la desesperación. No ha de irse mirando como venga a las consecuencias del problema, y fiar la vida, como un eunuco, al vaivén del azar: hombre es el que le sale al frente al problema, y no deja que otros le ganen el suelo en que ha de vivir la libertad de que ha de aprovechar. Hombre es quien estudia las raíces de las cosas. Lo otro es rebaño, que se pasa la vida pastando ricamente y balándoles a las novias, y a la hora del viento sale perdido por la polvareda, con el sombrero de alas pulidas al cogote y los puños galanes a los tobillos, y mueren revueltos en la tempestad. Lo otro es como el hospicio de la vida, que van perennemente por el mundo con chichonera y andadores. Se busca el origen del mal: y se va derecho a él, con la fuerza del hombre capaz de morir por el hombre. Los egoistas no saben de esa luz, ni reconocen en los demás el fuego que falta en ellos, ni en la virtud ajena sienten más que ira, porque descubre su timidez y averguenza su comodidad.

Jose Marti, Cuban Statesman
Patria, 26 de agosto de 1893

Source: Representación Cubana del Exilio newsletter, Miami, FL, Jan. 1998

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