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Cuando se convencieron de que yo era anticomunista, me demostraron que ellos eran antiquevedistas. Son los presuntos fundadores del Tercer Mundo. El mundo de Mao Tse Tung.
Cuando se convencieron de que yo era anticomunista, me demostraron que ellos eran antiquevedistas. Son los presuntos fundadores del Tercer Mundo. El mundo de Mao Tse Tung.
Ojalá mi muerte sea fecunda. Y obligue a la meditación. Para que los que pueden aprendan la lección. Y los periódicos y los periodistas no vuelvan a decir jamás lo que las turbas incultas y desenfrenadas quieran que ellos digan.
Para que la prensa no sea más un eco de la calle, sino un faro de orientación para esa propia calle. Para que los millonarios no den más sus dineros a quienes después los despojan de todo.
Para que los anunciantes no llenen de poderío con sus anunciosa publicaciones tendenciosas sembradoras de odio y de infamia, capaces de destruir hasta la integridad física y moral de una nación, o de un destierro.
Y para que el pueblo recapacite y repudie a esos voceros de odio, cuyas frutas hemos visto que no podían ser más amargas. Fuimos un pueblo cegado por el odio.