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No importa quien fuera el presidente. Ni las cosas buenas que estuviese realizando a favor de Cuba. Había que atacarlos, y había que destruirlos.
El mismo pueblo que los elegía, pedía agritos sus cabezas en la plaza pública. El pueblo también fue culpable.
No importa quien fuera el presidente. Ni las cosas buenas que estuviese realizando a favor de Cuba. Había que atacarlos, y había que destruirlos.
El mismo pueblo que los elegía, pedía agritos sus cabezas en la plaza pública. El pueblo también fue culpable.
El pueblo que quería a Guiteras.
El pueblo que quería a Chibás.
El pueblo que aplaudía a Pardo Llada.
El pueblo que compraba Bohemia, porque Bohemia era vocero de ese pueblo.
El pueblo que acompañó a Fidel desde Oriente hasta el campamento de Columbia.
Fidel no es más que el resultado del estallido de la demagogia y de la insensatez. Todos contribuimos a crearlo. Y todos, por resentidos, por demagogos, por estúpidos o por malvados, somos culpables de que llegara al poder.