Aznar y los cubanos
Aznar y los cubanos
MIERCOLES, 1 DE OCTUBRE DE 2003 -
El Presidente del gobierno español, señor Aznar, se ha reunido en Miami con
los cubanos. Muy bien. Con algunos cubanos, no con todos, pero de todos modos,
¡muy bien! Esa solidaridad pública de la democracia española, vencedora,
con la democracia cubana, vencida, que está en Miami, es una buena señal.
Nos ha hecho siempre falta, se demoró mucho, pero mejor es tarde que nunca.
Gracias, pues, sean dadas a los demócratas, no sólo de España sino de
Europa entera, que al fin han acabado de darse cuenta de esto: que ellos,
campeones de la libertad, han mantenido relaciones estrechas con el enemigo
número uno de esa misma libertad en la América Hispana, que es Fidel
Castro.
Aznar bebió, comió y charló con los cubanos, y en esto último, en la
charla, es donde habría que hacer ciertas aclaraciones. El señor Aznar no
pide la libertad total de Cuba, pide cambios, pensando acaso que el régimen
de Castro es como el de Franco, que aunque fuera a regañadientes fue dando
los cambios que se le pedían. Pero Aznar los pide por medio de una fórmula,
el Proyecto Varela, que no goza de general aprobación por parte de los
cubanos. El Proyecto Varela y su inspirador y creador, Oswaldo Payá, parecen
acaparar la mayor parte del apoyo internacional. Es una fórmula civilizada,
nos dicen, por medio de la cual puede Cuba salir del régimen opresivo bajo el
cual vive sin pasar por períodos trágicos con grandes derramamientos de
sangre. Muy bien. En eso todos estamos de acuerdo. Nadie quiere echar sobre
aquel pobre pueblo desgarrado más dolor y sufrimientos de los que ha pasado
en estas últimas cuatro décadas.
Pero el Proyecto Varela tiene en su formulación ciertos puntos con los que la
mayoría de los exilados cubanos no están de acuerdo. Uno de ellos es la
suspensión del embargo. Suspender el embargo sin que Castro haya hecho nada
por ganarse esa suspensión parece cuando menos una debilidad. Así no se
negocia. Bueno es negociar, pero entregarse, suspender el embargo, significa
de inmediato bañar a Cuba en un río de dólares turísticos y abrirle la
caja de los créditos bancarios a la dictadura, dos cosas por las que clama el
dictador. Y a cambio de ello, ¿qué da él? Pues nada, como sabemos. Ahí
yerra Aznar.
Por otro lado, habría que recordarle a Aznar y a los otros defensores del
Proyecto Varela en Miami, esto: ¿por qué los que escribieron el Proyecto
Varela no lo discutieron en secreto con los exilados de Miami antes de hacerlo
público? ¿Por qué no oyeron las sugerencias de esos exilados y le quitaron
y le añadieron cosas a ese proyecto? ¿No sería esto más democrático que
lo que se ha hecho? ¿O será que los autores de esa tesis no reconocen la
vigencia histórica y el peso político que tiene el exilio de Miami? ¿No
está en Miami la mayor parte de la Cuba combatiente? ¿No están en Miami los
presos políticos, los veteranos del Escambray y de Playa Girón y los
representantes legítimos de docenas de instituciones, partidos y grupos
cubanos que están en pie de lucha contra Castro desde 1959? ¿No estaba Miami
en pie, con cientos, con miles de cubanos, muchos muertos ya, cuando allá en
la Isla todo era zalamerías y arrullos para la dictadura, incluyendo a muchos
que hoy se llaman disidentes y oposicionistas?
Yo estoy, de viejo es sabido, en contra de toda división. Para mí, en esta
hora de lucha, no hay más que dos bandos: el de Castro y el de todos los
demás. Pero pregunto: ¿No está la mayoría de esos demás exilada en
Estados Unidos, en México, en España, en docenas de países? ¿No ha estado
siempre en pie de lucha, con cien tácticas diferentes, pero en pie de lucha?
¿No ha dejado ese exilio cientos de muertos por el camino por negarse a
parlamentar con el dictador, quien no quiere parlamentar, sino una entrega
total?
Todo esto es perfectamente claro para cualquiera. Pero, por lo que se ve, no
lo es para el señor Aznar, que tiene una fórmula y la quiere canalizar a
través de un solo sector de lucha. ¿Será, como dicen algunos, porque de esa
manera Aznar garantiza y asegura las múltiples inversiones de los españoles
en Cuba? ¿Será que él, como es lógico, piensa primero en España y
después en Cuba? Si es así, yo no lo culpo. Pero Aznar, que está a nuestro
lado, cuyo apoyo yo no desestimo, debería saber mejor que yo que su posición
es controversial, para decir lo menos. Cuba no puede salir del pantano
castrista en que está para caer en un peligroso tremedal. Y eso es lo que
muchos temen que se produciría si se aplicaran fórmulas acomodaticias que
privan de sus derechos y sus opiniones a la parte más seria, firme y pura de
esta larga lucha, que se llama exilio.
Que me disculpe el líder español si de algún modo enturbio con esta
opinión la cálida acogida que le dieron aquí prominentes cubanos. Pero mi
abuela me enseñó, y yo no lo he olvidado, que las cuentas claras conservan
amistades.
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