La convulsa historia de Huber Matos y María Luisa
por ARMANDO LóPEZ, Nueva Jersey
En el juicio por traición, María Luisa le dice a su esposo, el
comandante Huber Matos: "Es la última vez que nos veremos, de aquí te
llevarán directamente al paredón de fusilamiento". "Lo sé --responde
el acusado--, tú y yo hemos estado juntos siempre, pero ahora lo más
importante son nuestros hijos, y tú los podrás sacar adelante. Después
de esta vida nos volveremos a ver. ¡Te esperaré!".
La más hermosa historia de amor parecía terminar. La revolución cubana
devoraba a sus propios hijos. La muchacha de Manzanillo que cosió su
vestido de novias, esperaba lo peor...
"Soy huérfana de madre, vivía con mis abuelos en Manzanillo --narra
María Luisa--. Un día, nos mudamos para una finquita en Yara. Me
pusieron en la escuela del pueblo, con la maestra Salustina Benítez,
una mujer muy religiosa que cantaba canciones lindísimas. Cuando
conocí a su hijo, yo era una niña de sólo nueve años. Y lo miraba por
mirar. "Yo ya tenía quince años --cuenta Huber--, estudiaba para
maestro, y venía a Yara para ver a la niña que se ruborizaba al
verme".
"Para mí era sólo el hijo de mi maestra --protesta María Luisa--.
Cuando me llamó la atención, yo ya tenía diecisiete años... y fue en
el parque, a ritmo de danzón".
"Una tarde fui al parque, en la glorieta tocaba el órgano --Huber mira
a su esposa con la ternura del recuerdo--. Las parejas jóvenes, y
hasta los viejos, daban vueltas al ritmo que los cubanos llaman su
baile nacional, y allí estaba María Luisa sentadita en un banco,
¡preciosa!, con un vestido de tafetán rosado. La invité a dar una
vuelta, y aceptó. Son de almendras, guanábana... Llevaba tiempo
buscando la oportunidad de acercármele".
"Huber, estaba tan apuesto... --suspira María Luisa--. Aquella tarde
dimos vueltas hasta hacernos novios".
El hijo de Salustina trabajaba de maestro sustituto, no quería
agradecer su aula a ningún político. Se presentó a oposiciones, y en
el curso de 1942, lo sitúan en Puerto Padre, no en el pueblo con luz
eléctrica, sino tierra adentro. Y adelantan la boda... Fue en casa de
los tíos. Adornaron el patio con flores, María Luisa se cosió ella
misma su vestido blanco y se fueron a vivir al caserío de Pozo Prieto,
donde les esperaba una casita de guano, con la cocina de tierra
apisonada. La mesa de comer era tan estrecha que no cabían dos platos.
Pero con dos que se quieran...
Los vecinos no les tenían buena voluntad a los maestros, porque se
marchaban pronto y los dejaban con las ganas de aprender... El techo
de la escuelita era de zinc con agujeros. Pero el recién casado les
prometió una escuela nueva. Y cumplió. Y la esposa del maestro colocó
una tabla sobre dos burros, y enseñó a las mujeres del caserío a coser
sus vestidos de novia. La nueva escuela tenía hasta casa para el
maestro, pero María Luisa quedó embarazada, y, cuando iba a nacer su
retoño, se trasladaron a la casa de los Matos en Yara. Allí nacería
también su segundo hijo, en brazos de la comadrona.
La bomba del 10 de marzo
La guerra mundial cambiaría sus vidas. Los Matos se dedicaron al
cultivo del arroz. Ya por esta época, Huber y María Luisa tenían tres
hijos. Y había que trabajar duro para alimentar tantas bocas. Por la
mañana, el maestro impartía clases de séptimo y octavo grados en la
escuela superior, por la tarde, de ciencias sociales en la Escuela
Normal, y el resto del día administraba la Empresa Arrocera Matos e
Hijos, y araba la tierra: "Había que vivirlo --recuerda María Luisa--.
Al caer el sol, se ponía su ropa de campesino y corría a la arrocera.
Yo le lavaba la única guayabera, y al otro día, como si llevara una
nueva".
El 10 de marzo de 1952 cayó como una bomba. Y el maestro que vivía
esperanzado de que algún día la política de Cuba fuera honesta, fue de
aula en aula exhortando a sus alumnos a rebelarse. "Huber está
regalando su vida" --advirtió a Salustina su hermano Carlos--. Pero la
madre de Huber era maestra de almas: "Ni tú ni yo pudimos luchar en
las guerras de independencia, pues éramos niños. Ahora somos viejos.
Dejemos que cumplan sus deberes los que quieren y pueden".
El hijo de Salustina llegará a ser comandante de la gloriosa Columna 9
del Ejército Rebelde. Y entrará en La Habana, en el jeep junto a Fidel
y Camilo Cienfuegos, en medio de las aclamaciones de millones de
cubanos. "La fiesta más espontánea, más tumultuosa y más feliz" que
Huber Matos haya visto en su vida...
Días antes, Huber había mandado a buscar los archivos de su Columna 9,
pero habían desaparecido. Sus contradicciones con el alto mando ya
venían andando. Fidel le nombra jefe militar de Camagüey, y comienza
el traslado de su columna: unos 20.000 hombres. María Luisa y sus
cuatro hijos se albergan en la casa del jefe del Distrito Militar. Es
difícil vivir dentro de un campamento --escribiría María Luisa--. En
1959, hay en toda la Isla fiebre de radicalismo y persecución. Raúl ha
llevado al paredón a muchas personas. Pero aunque los jueces reciben
órdenes de La Habana, en Camagüey, el comandante Huber Matos exige que
se le informe sobre cada caso.
A fines de enero llega Fidel a Camagüey en el avión presidencial,
rebautizado "Sierra Maestra". Se reúne a solas con Huber. Califica a
Camilo Cienfuegos de no estar apto para ser jefe del Estado Mayor.
Argumenta que el Che tampoco sirve para el cargo por extranjero y
comunista. Huber mira el rostro de Fidel para tratar de averiguar
hacia dónde va, cuando este concluye: "Eres el tercer hombre de la
revolución, ahora el jefe de una provincia, pero tu lugar es La
Habana".
"Mi intención es regresar a la enseñanza" --responde el educador, pero
Castro lo reprime--. "Olvídate por ahora del magisterio", y se
despiden...
¿Hacia dónde iba Castro?
Un mes después, Huber le recuerda a Fidel su promesa de que los
trabajadores reciban una participación de las utilidades de las
empresas, pero el Comandante en Jefe argumenta: "No se puede, si
posibilitamos que los trabajadores tengan independencia económica, eso
conducirá a su independencia política". Huber se queda sin habla.
¿Hacia dónde realmente quiere ir este hombre?
Aparecen artículos de corte marxista en la revista Verde Olivo, de las
Fuerzas Armadas. Huber advierte a Camilo Cienfuegos: "Es inadmisible
que tú, jefe del Estados Mayor, estés siendo sorprendido por los
comunistas". Pero el maestro de Yara va más allá, se atreve a
recriminar a Fidel: "La revolución no puede ser un cheque en blanco,
sin fecha de vencimiento"... Pero Raúl Castro opina lo contrario:
"Para que la revolución triunfe hace falta una noche de los cuchillos
largos, que corte las cabezas de nuestros enemigos".
Las contradicciones entre los protagonistas de la revolución se ponen
al rojo vivo, cuando el presidente Manuel Urrutia le dice a Huber
Matos, que se siente prisionero, o peor, como un rehén. Pocos días
después, Fidel renuncia espectacularmente, para dar, en la práctica,
un golpe de Estado. Se adueña totalmente del poder. Camilo Cienfuegos,
preocupado, le dice a Huber: "Esto no va por donde debe ir". Entonces,
Huber Matos escribe su primera carta de renuncia: "Se han dado pasos
hacia un gobierno dictatorial de signo marxista, en el que no puedo
comprometerme porque sería volverme contra mis principios". Pero Fidel
le responde: "tu renuncia no procede a estas alturas".
El curso comunista de la revolución prosigue. Y en octubre, Huber
Matos escribe su definitiva carta de renuncia a Fidel, da cuenta a sus
oficiales y entrega la copia de la carta a su fiel María Luisa,
diciéndole que deben esperar cualquier cosa.
A la una de la mañana, recibe una llamada de Camilo, de que vaya
urgente para La Habana, pero el que cree su amigo, habla entrecortado;
Fidel está a su lado. A las cuatro de la mañana, las estaciones de
radio ya están arengando al pueblo a que saquen a las "alimañas" de
los cuarteles. Camilo llega en la mañana con veinte hombres armados
para arrestarlo. Lo conducen a La Habana. Lo encierran. A las dos de
la mañana, María Luisa logra verlo. Al otro día, la fiel esposa
entrega la carta de la renuncia del Comandante, jefe de la provincia
de Camagüey, a los pocos periódicos que aún permanecen independientes.
Veinte años plantado
El juicio es una burla. Huber Matos ya ha sido condenado a muerte por
una multitud de cientos de miles de personas, arengada y dirigida por
el "Máximo Líder de la Revolución". Al cuarto día del juicio, María
Luisa logra hablar con su esposo. Trata de parecer serena. Pero aún
escucha a la turba gritando: "¡paredón, paredón!".
"Huber, te van a fusilar por ser el hombre íntegro que eres". Cuando
dictan sentencia: ¡Veinte años de cárcel!, María Luisa no llora, al
menos por fuera. A sus hijos Huber y Rogelio ya los han arrestado por
propaganda anticastrista. Deben salir para el extranjero.
En una celda sin ventanas, Huber Matos se entera de la desaparición de
Camilo Cienfuegos. La maquinaria del horror está en marcha. Sus
recuerdos se atropellan. Los camiones de la arrocera Matos e Hijos
llevando provisiones a los rebeldes, su desesperado asilo en Costa
Rica, el avión cargado de armas que llevó a la Sierra Maestra.
La revolución traicionada. Tantos muertos. Al menos María Luisa y sus
hijos han podido escapar a Costa Rica. Luego a Elizabeth, Nueva
Jersey, donde la muchacha de Manzanillo se gana la vida, y la de sus
cuatro hijos, cosiendo vestidos de novia, y escribe cartas de amor que
nunca tienen respuesta. Por una radio que los prisioneros logran
esconder en sus celdas, Huber Matos se entera del desembarco de Bahía
de Cochinos, y de que Fidel se ha quitado la máscara y ha declarado
que la revolución cubana es comunista. La historia le da la razón al
maestro de Yara.
Pasa veinte años preso plantado en las cárceles cubanas. A las
torturas y vejaciones, el indómito maestro responde con largas huelgas
de hambre, mientras, en Elizabeth, atada a la máquina de coser, su
fiel esposa es la voz por la liberación del preso de conciencia:
participa en manifestaciones, escribe cartas a cuanto político existe,
visita hasta al Papa de Roma. En Estados Unidos, el presidente Carter
juega a los derechos humanos, y al Comandante de la Columna 9 lo
agujerean para alimentarlo a la fuerza. Cuando está a punto de
quedarse paralítico, lo sueltan por instancias del presidente de Costa
Rica.
María Luisa, la niña que se ruborizaba al verlo, su fiel compañera de
64 años de amor, estará allí junto a sus cuatro hijos, esperándolo.
lavozdecubalibre.com
Lillian Martinez
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