EL PRECIO DE LA INTERNET EN CUBA.

Por Pablo Alfonso

(Tomado de El Nuevo Herald, de Miami)

Cuánto cuesta el acceso a la Internet. Depende. La respuesta no sólo tiene que ver con mejores o peores infraestructuras tecnológicas, educación, cultura, o posibilidades de comunicación. En algunos casos, muy pocos por cierto, puede costar la vida misma

Así como he dicho: El acceso a la Internet puede costar la vida. Si lo duda infórmese sobre la situación del periodista independiente cubano Guillermo Fariñas en huelga de hambre y sed desde hace 11 días.

¿El motivo de su huelga? Simple, pero tan contradictoriamente complejo, como todo lo que tiene que ver con la libertad y la dignidad de la persona humana: Fariñas reclama su derecho a acceder a la Internet. A tener libre acceso a la red de redes, el mismo derecho que la dictadura cubana le otorga a unos cuantos privilegiados.Lo reclama para él y para el resto de la población cubana. ''Me pongo en manos del Señor... Y si Dios quiere, que el gobierno reflexione y me instale el Internet como hace a sus privilegiados. Y si Dios quiere que yo fallezca, falleceré. Seré un prócer y un mártir por la libre información en el mundo'', declaro Fariñas el día que comenzó su huelga.

El viernes fue ingresado en el hospital provincial de Villa Clara donde le suministran ahora sueros intravenosos, aunque mantiene su huelga.

Fariñas no está solo en su demanda. Desde el 3 de febrero la periodista independiente Noelia Pedraza Jiménez, del Movimiento Feminista Martha Abreu, se declaró también en huelga de hambre en solidaridad con Fariñas.

Para el ciudadano promedio de cualquier pais democrático -incluso para algunos no tan democráticos-, con mayor o menor grado de pobreza, la actitud de estos periodistas independientes cubanos, pudiera parecer increíble. Y es que, claro, cuando usted ejercita un derecho tan elemental como pulsar unas teclas en una computadora, ya sea en la intimidad de su hogar, o en cualquier lugar público, para conectarse a la Internet, ese ejercicio cotidiano se convierte en una rutina normal.

A ese ciudadano promedio del mundo globalizado le cuesta trabajo pensar que la dictadura castrista limita ese derecho; que el acceso a la Internet sea un privilegio sólo para algunos; y todavía más, que esos mismos que disfrutan de esa posibilidad estén bajo el escrutinio directo de la policía política, que monitorea las lineas telefónicas para investigar cuáles sitios de la red visita el usuario (¿le suena ''familiar'' el asunto?), y decidir si está haciendo uso del Internet dentro de los requisitos por los cuales le fue ''concedido'' como privilegio, ese derecho.

Como en toda dictadura que se precie de no serlo, no se trata de una violación arbitraria. ¡De ninguna manera, no faltaba más!. Es una violación perfectamente ''legalizada'' mediante la Resolución 180/2003 que se puso en vigor el 10 de enero del 2004. A partir de esa resolución los técnicos de la Empresa de Telecomunicaciones de Cuba S.A. (ETECSA) (una empresa mixta en la que participa la firma Telecom Italia) están facultados ''para detectar e impedir el acceso a Internet'' de aquellos usuarios que no estén debidamente autorizados. Contra esa resolución se pronunciaron en su momento varias instituciones internacinales, entre ellas, La Federación Internacional de Instituciones y Asociaciones Bibliotecarias (IFLA, por sus siglas en ingles), Amnistía Internacional y media docena mas de organismos similares.

El pretexto enarbolado desde entonces por la dictadura cubana es que Cuba, bloqueada por el imperialismo norteamericano, no tiene suficientes recursos para pagar el acceso a los servidores internacionales de la Internet. Y esos pocos recursos, alega el régimen, los destina a las instituciones académicas, científicas, educacionales y a los medios de comunicación.

Cuando en octubre de 1996 Cuba ingresó a la Internet, la cancillería castrista publicó un comunicado celebrando el acontecimiento que ``convertía en realidad un viejo sueño: Tener acceso a ese patrimonio internacional de conocimientos, utilizado por 36 millones de personas en 160 naciones''. La verdad es que desde entonces la principal preocupación del aparato ideológico de la dictadura ha sido controlar la información que fluye por la red de redes. Ello incluye la utilización de filtros especiales para bloquear el acceso a determinados sitios internacionales de noticias y muy en particular a las páginas de la oposición democrática cubana.

De los 11,241,000 habitantes con que cuenta la isla, apenas 120,000 tenían acceso a la internet, de acuerdo con las cifras disponibles más recientes. A pesar de las restricciones oficiales los cubanos se las ingenian para penetrar en la red y romper el bloqueo interno de la dictadura castrista.

La ''llave'' para entrar al Internet la guarda celosamente el CENIAI (Centro de Intercambio de Información Automatizada), que es el proveedor oficial para Cuba de Internet. Como dijo en una ocasión su director, Jesús Martínez: ``El problema de la Internet en Cuba no ha sido nunca tecnológico o económico. Como en cualquier país, es 70 por ciento político''.

Ignoro a que países se refería este funcionario ni en qué tipos de problemas políticos pensaba. De lo que sí estoy convencido es que el reclamo de Fariñas y Pedraza es un reclamo político muy claro: El derecho a la libertad de información, consagrada en la Declaración Universal de Derechos Humanos de Naciones Unidas, de la cual Cuba es signataria y que en su artículo 19 establece: ``Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión''.



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