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Hace 102 años

INAUGURACIÓN DE LA REPUBLICA DE CUBA -- 20 de Mayo de 1902 -

Por Howard N. Thompson, Corresponsal Especial de la Associated Press en La Habana. (Traducción de Leonardo Santa Marina)

LA HABANA, Mayo 20.- (AP) -- Los Estados Unidos cumplieron la promesa que hicieron al mundo. La habana y Santiago de Cuba fueron evacuados hoy por las tropas americanas, las riendas del gobierno fueron entregadas al Presidente Estrada Palma, ya Cuba es libre y esta noche toda la Isla esta loca de alegria.

Las patéticas demostraciones populares que tuvieron lugar a las doce del día cuando fue arriada la bandera americana e izada la cubana en el mástil del palacio desde donde España rigiera por siglos a la isla se repitieron esta tarde a las cuatro en la despedida cariñosa que se le tributó al crucero Brooklyn.

Una flotilla de pequeñas embarcaciones portuarias todas engalanadas con banderitas y repletas de gente, escoltaron al navío hasta mar afuera. El litoral era una masa compacta de público y la vieja fortaleza de La Punta, que con el Castillo de El Morro vigilan la entrada del estrecho canal que da acceso a la bahía, era un promontorio humano. El ¨Brooklyn¨ esperó para levar anclas a que zarparan el vapor ¨Morro Castle¨ de la Ward Line y el remolcador ¨Eagle¨. El general Leonard Wood, como cuadra a un jefe, quiso ser el ultimo en salir. El ¨Brooklyn¨ estaba anclado cerca de los restos del acorazado ¨Maine¨ cuyo negro esqueleto retorcido fue condecorado hoy con las banderas cubana y americana por acuerdo del ayuntamiento habanero.

Cuando el hermoso crucero comenzó a andar a maquina lenta y pasó junto a estos tristes despojos, la enseña americana de su coronamiento fue bajada en saludo y la tripulación se descubrió. Al pasar junto a los formidables farallones de La Cabaña y El Morro, el ¨Brooklyn¨ aceleró la marcha, el pabellón americano en su proa y la bandera cubana en su palo mayor, los marineros situados en sus bandas y la bandera de popa saludando constantemente los vivas que se le tributaban desde tierra y en las aguas próximas. Las banderas cubanas de ambas fortalezas fueron bajadas tres veces en saludo aunque la etiqueta militar requiere que los fuertes no saluden mas que con salvas de cañón. No se podía esperar que supiera eso un ejercito de tan solo cuatro horas de edad. El general Wood, de pie en el puente del crucero, respondió a las ovaciones que recibía inclinandose y haciendo el saludo militar.

La muchedumbre de barquichuelos siguió la estela del ¨Brooklyn¨ hasta que el casco de este desapareció en el horizonte después de lo cual el lancherío regresó a tierra y el gentío aglomerado en la entrada del puerto volvió a sus festejos.

En la ciudad el entusiasmo era desbordante. Muchísimas personas estaban locas de contento por su recién nacida libertad. Las calles estaban atestadas de un torrente humano de hombres y mujeres que gritaban enardecidos. Procesiones abigarradas desfilaban por las plazas.

Cohetes de tamaño gigante eran estallados en las aceras y aun en el interior de los cafés. Era como una mezcla del clásico Cuatro de Julio americano y una convención política nacional.

Mas de cien mil visitantes se encontraron en la ciudad y la policía se vio materialmente imposibilitada de imponer el orden al pueblo intoxicado de alegría.

Mas el Presidente y su gabinete no se dejaron arrastrar por el jubilo. Delante tenían graves asuntos y temprano se pusieron a trabajar. Tan pronto se instaló el nuevo gobierno se reunió el Congreso cubano y proclamó la Constitución y su apéndice y el nuevo presidente Estrada Palma pasó revista a catorce mil niños escolares que desfilaron ante el palacio y a las 4 de la tarde asistió al Te Deum que se cantó en la Catedral por la nueva República. Fue una ceremonia imponente. Luego el Presidente Palma dedicó una hora antes de la cena para atender varios asuntos urgentes, entre ellos el de las relaciones postales con los Estados Unidos.

Cumpliéndose instrucciones del Primer Magistrado se informó a Washington que Cuba quería mantener, por un poco de tiempo más, los convenios en vigor.

Esta noche la ciudad esta iluminada como nunca y grandes fuegos artificiales tienen lugar al otro lado de la bahía en las alturas del Morro y de la Cabaña.

El nacimiento de la nueva Republica encontró a La habana engalanada como una reina en espera de su señor. La Siempre Fiel parecía reinvestida para la ocasión con la dignidad de los prósperos días de su poder y grandeza. Por todas partes estaba decorada. En algunos casos los hombres trabajaron toda una noche, a la luz de antorchas, para terminar engalanaduras artificiosas. No hubo casa, altiva o humilde, que no ostentara en sus típicas fachadas algún emblema en honor del acontecimiento. Los numerosos arcos de triunfo erigidos a la entrada de las plazas por sociedades políticas, clubs fraternales, oficinas publicas y el comercio tenían un aire de verdadera grandeza.

Su armazón estaba cubierta de lona pintada imitando mármol y a distancia la ilusión era completa. Banderitas y colgaduras, desplegadas en un costillar de varillas, techaban las calles estrechas y profundas protegiéndolas de los rayos del sol. Bajo esos toldos improvisados las pencas de guano y más banderas cubanas agraciaban las puertas abiertas de par en par de las casas a través de cuyos acogedores zaguanes podían percibirse los exuberantes jardines de los frescos patios interiores. Muchos de los balcones sobresalientes de los edificios de blancas paredes estaban adornados con rosas. Natura parecía estar en armonía con el espíritu de las festividades. Los parques estaban literalmente encendidos de flores tropicales y la bóveda celeste parecía haber sido tallada de una turquesa gigantesca. Sobre cada tejado rojizo una banderita cubana. Toda la ciudad parecía haberse sumergido de momento bajo un mar de banderas circulantes.

En la zona marítima los adornos fueron excesivamente pródigos. Todas las embarcaciones de bahía estaban engalanadas. La mayoría desplegó la bandera americana en el palo mayor y la cubana en la proa o en mesana. El crucero acorazado ¨Brooklyn¨ de la marina americana en el que partió el general Wood y el vapor ¨Morro Castle¨ de la Ward Line, en el cual habían de re-embarcarse las tropas, así como todos los navíos de guerra extranjeros que fueron enviados por sus gobiernos para que estuviesen presentes en el nacimiento de la nueva Republica, estaban aderezados con reingleras de banderas de señales, de proa a popa, a la usanza naval. La enseña norteamericana que habría que arriarse dentro de pocas horas flotaba todavía al viento sobre los hoscos paredones del puerto. Ninguna otra tricolor miraba por encima de ella.

El amanecer fue fresco y delicioso y toda la población, reforzada por miles de visitantes, se botó a la calle tan pronto salió el sol. Todo era animación y expectación. Las calles estaban congestionadas de gente ensordecidas por un bullicio incesante. El murmullo de las voces era ahogado por los gritos de los cocheros y el clamor de las campanillas de alarma. Los cocheros conducían sus carruajes a locas sobre el pavimento empedrado y los transeúntes tenían que andar con mucho cuidado para no ponerse al alcance de las ruedas. Hay 4,000 carruajes públicos en La Habana y esta mañana cada uno de ellos parecía correr como alma que lleva el diablo.

Mucha curiosidad excitó una estatua de la libertad que se erigió durante la noche en el parque Central sobre el pedestal donde durante siglos se alzaba una estatua de la Reina Isabel. Por la mañana se obsequio a los miles de niños pobres un suculento desayuno por Mr. Payne, de Boston, quien desde hace años viene a La Habana a pasar los inviernos.

A medida que transcurrió el día el calor del sol se hizo intenso y la temperatura se puso más calurosa a cada minuto. El aire tórrido de las calles calientes pareció retorcerse en el cálido cielo hasta que todo el paisaje pareció hacerse un chicharrón.

El cambio de poderes de la isla estaba señalado para las doce en punto del día, hora de La Habana, que viene siendo las 12:30 p.m. en Washington; pero los invitados a presenciar la ceremonia se les pidió que estuviesen en el palacio a las 11:30 de la mañana. Aquellos incluían, además de las autoridades americana y los miembros del gabinete del Presidente electo Estrada Palma, los miembros del Congreso, los magistrados del Tribunal Supremo, los gobernadores de las provincias, la oficialidad de los barcos de guerra visitantes, los cónsules extranjeros, William Jennings Bryan, otros estadistas americanos de visita, varios vecinos del Sr. Estrada Palma de Central Valley (N.Y.), Horatio Rubens, asesor de la Junta Cubana; el coronel William Astor Chandler y contados invitados especiales.

El palacio es una imponente estructura de piedra amarilla, cuyos pisos altos del frente, construidos sobre columnas de piedra maciza, le dan un fino efecto arquitectónico. Durante siglos fue residencia de los capitanes generales de España. Desde la ocupación americana ha sido la sede oficial del gobernador militar. Se halla situado frente a un parque exquisito, la Plaza de Armas, de majestuosas palmas reales y una especia de higuera llamada ¨laureles de la India¨. En el centro hay una fina estatua de mármol de Fernando VII. Al medio del edificio, como en todos los palacios españoles, una arcada conduce al patio donde se alza la estatua de Colon entre un amasijo de palmas y de plantas floridas.

A ambos lados de la entrada sendas escaleras de mármol ascienden hasta el salón de las audiencias que se asoma a la plaza por medio de ventanas balconadas. En esta cámara suntuosa tuvo lugar el cambio de poderes. En un salón imponente, oblongo y de puntal alto y piso de mármol. Formaba un marco adecuado para tan histórica ocasión. La regia cámara esta hoy exactamente como cuando se fueron los españoles; pero sin los retratos de los capitanes generales que colgaban de sus paredes. Esos cuadros fueron vueltos a España, pero los escudos de armas con los cuarteles reales todavía están suspensos sobre las ventanas las cuales esta encubiertas por las mismas cortinas escarlatas que se usaban durante el régimen español. Los decorados, de blanco y oro, con los soberbios espejos de cuerpo entero, también se conservan tal como lo tenían los españoles. La silla con una corona de oro sobre su respaldo que se reservaba para la persona del monarca español, podía verse en un aposento contiguo.

Debido a lo limitado del espacio, el pueblo no podría presenciar la ceremonia que tendría lugar allí y por la cual lo había de constituir en nación ante el mundo, pero afuera había de ser testigo de un espectáculo que haría acelerar sus latidos pues vería su querida bandera de la estrella solitaria y tres barras, que Céspedes enarbolara por primera ve al viento en 1868 al comenzar la guerra de los Diez Años, ser izada sobre el palacio por ley de los Estados Unidos. Esto que iba a ocurrir había sido el sueño de sus vidas y de las de sus antecesores durante varias generaciones. Sus padres, hermanos y amigos murieron por lograrlo. No es de extrañar pues que muchas horas antes de la señalada comenzara a congregarse allí de todas partes de la ciudad. Muchos llegaron ante el palacio con el sol del alba y algunos hasta pasaron la noche en el parque para no perderse el espectáculo.

Desde muy temprano la policía mantuvo despejado parte del parque. El resto se colmó de una muchedumbre tan densa que el suelo parecía tener vida.

Pronto todas las calles laterales que convergen en la plaza se congestionaron de una sólida masa humana y cada puerta y ventana que daba al parque se cubrió de caras, blanca y negras, viejas y jóvenes, de hombres y mujeres. Otras gentes subieron a las azoteas desbordándose de todos los edificios desde los cuales podía verse el asta del palacio. Hasta donde podían ver los ojos había un horizonte espolvoreado de cabezas humanas. Era una vista de la que jamás uno puede olvidarse.

La primera demostración ocurrió a eso de las once de la mañana cuando ocho números desmontados del Séptimo de Caballería, bajo el mando del coronel Baldwin, marcharon al parque precedidos por la banda del regimiento. Los soldados iban uniformados de kaki y portaban carabinas. Formaron a tres lados un rectángulo con centro en la estatua del Rey Fernando y de frente al palacio. El saludo que los soldados americanos recibieron fue cordial; mas el verdadero entusiasmo se manifestó por primera vez poco después al hacer aparición dos baterías de la artillería nativa que marchando a paso doble giraron vivamente sobre sus talones quedando alineados en atención descansando sus armas en la calle precisamente bajo los balcones del palacio. La Maniobra se ejecutó hábilmente y la multitud vitoreo con orgullo.

Poco después comenzaron a llegar los invitados y a desarrollarse un ceremonial de estado que nada tenia que envidiar al protocolo de una potencia europea de primera clase. Oficiales del Ejercito y la Armada de Los Estados Unidos, marinos de los navíos de guerra italianos e ingleses anclados en puerto, así como los cónsules extranjeros, asistieron ataviados con todo el esplendor de sus uniformes de gala. El Cónsul General británico, Lionel Edward Gresley Carden, designado ministro en Cuba, fue con la casaca diplomática rameada correspondiente a su nuevo rango. Los cónsules chinos en sus amplias túnicas de seda, los magistrados en togas blancas y el Arzobispo de La Habana en el manto púrpura de su alta jerarquía eclesiástica.

El General Máximo Gómez, ídolo del pueblo cubano, con su cabeza de halcón y sus hombros erguidos a pesar de sus setenta y ocho años de edad, asistió acompañado de algunos de sus viejos camaradas de armas.

El Presidente electo, vestido sencillamente de levita negra salió con modestia jeffersoniana del Senado al frente de los miembros del Congreso. Había un aire de distinción en el garbo del señor Palma a pesar de su figura pequeña.

Después que toda la concurrencia estuvo reunida entró en el salón de actos el General Wood. Se canjearon saludos informalmente y se desplegó lo mejor del buen desear. Durante 20 minutos la concurrencia aguardó mientras los fotógrafos tomaban vistas disparando sus magnesios como el estallido de pequeñas armas de fuego.

La transmisión de poderes tuvo lugar exactamente al mediodía. La ceremonia fue breve y sencilla. El General Wood y el señor Palma se pusieron uno frente al otro. El general Gómez se situó detrás de su futuro Presidente en un espacio abierto alrededor del cual se apiñaban los demás testigos del nacimiento de la Republica. Mr. Bryan estaba en la primera fila de los espectadores. En voz baja, pero clara, el general Wood leyó la carta que portaba del Presidente de los Estados y las proclamaciones por las cuales se entrega la isla al gobierno cubano y que decían:

¨La Casa Blanca, Washington, DC. Mayo 10, 1902.

Al Presidente y al Congreso de la Republica de Cuba.

Señores: El día 20 de este mes el Gobernador militar de Cuba, cumpliendo mis instrucciones, traspasará a ustedes el dominio y gobierno de la Isla de Cuba que en lo adelante serán ejercidos de acuerdo con los preceptos de la constitución que adoptó vuestra Convención Constituyente y que ha de ser promulgada ese día en que, por tanto, se declarará terminada la ocupación de Cuba por los Estados Unidos.

Al mismo tiempo deseo expresaros la sincera amistad y buenos deseos de los Estados Unidos y nuestras más fervientes esperanzas por la estabilidad y éxito de vuestro Gobierno, por las bendiciones de la paz, justicia, prosperidad y ordenada libertad de vuestro pueblo y por la duradera amistad entre la Republica de los Estados Unidos y la Republica de Cuba.

Theodore Roosevelt. Presidente de los Estados Unidos.¨

La Proclamación ¨B¨ fue promulgada por el General Wood como gobernador militar. Aquella recita en debida forma que el Congreso cubano convocado en La Habana el 5 de mayo, examinó las credenciales y testificó la elección de los senadores y representantes que integran el Congreso que también reconoció que Tomas Estrada Palma y Luis Estévez Romero habían sido elegidos, respectivamente, Presidente y Vice-Presidente de la Republica: que el 20 de mayo, al mediodia, la Constitución cubana entrará en vigor. Luego el documento dice:

¨Por consiguiente y desde ese momento la ocupación de Cuba por los Estados Unidos terminará cesando el gobierno militar de la Isla y transfiriendo sus poderes al Presidente y Congreso elegidos para que lo asuman y ejerzan al amparo de la constitución promulgada.

Dicha transmisión de poderes será con la condición y entendimiento de que el nuevo gobierno se compromete, por virtud de aquella y de su aceptación por el mismo, a tenor de lo estipulado en el citado apéndice de la constitución, a hacerse cargo y cumplir todas y cada una de las obligaciones que asumieron los Estados Unidos con respecto a Cuba por el tratado entre los Estados Unidos de América y Su Majestad La Reina Regente de España, suscrito en Paris el 10 de diciembre de 1898¨

La proclamación ¨C¨ declara simplemente que la nueva constitución entrará en vigencia plena a partir de esa fecha y recita sus preceptos.

Luego viene lo siguiente:

¨D¨

¨Cuartel General de Ocupación de Cuba, Habana, Mayo 20 de 1902.

Al Presidente y al Congreso de la Republica de Cuba:

SEÑORES: Por indicación del Presidente de Los Estados Unidos transfiero por la presente a ustedes, como representantes debidamente elegidos del pueblo de Cuba, el gobierno y control de la isla, para que lo ocupen y ejerzan de acuerdo con los preceptos de la constitución de la Republica adoptada por la Convención Constituyente que se promulga en esta fecha, por todo lo cual declaro terminados la ocupación de Cuba por los Estados Unidos y el gobierno militar de la isla.

El traspaso de gobierno y dominio es con la expresa condición, y el Gobierno de los Estados unidos entiende que por vuestra aceptación de los mismos ustedes se comprometen a ello desde ahora, de acuerdo con lo preceptuado por la susodicha constitución, de hacerse cargo de todas y cada una de las obligaciones que asumieron los Estados Unidos con respecto a Cuba por el tratado entre los Estados Unidos de América y Su Majestad la Reina Regente de España, firmado en Paris el día 19 de diciembre de 1898.

Todas las obligaciones monetarias del gobierno militar, hasta la fecha, han sido satisfechas en lo posible. Los fondos públicos civiles derivados de las recaudaciones de Cuba, que se les transfiere en este día y que importan $ 689, 191.02, quedan sujetos a aquellas reclamaciones y obligaciones pendientes que sean pagaderas con los ingresos de la Republica. Del traspaso de fondos se ha reservado la suma de $ 100,000.00 para sufragar los gastos anticipados de contabilidad, informe y liquidación de los asuntos del gobierno militar después de lo cual cualquier saldo no gastado de dicha suma será devuelto al tesoro de la Isla.

Los planes trazados para el saneamiento de las ciudades de la Isla y evitar la recurrencia de las enfermedades epidémicas e infecciosas, a las cuales entiende el Gobierno de los Estados Unidos que se refiere el precepto constitucional contenido en el articulo quinto del apéndice, son los siguientes:

(1) Un plan para la pavimentación y alcantarillado de la ciudad de La Habana, para lo cual ha sido otorgado contrato por el municipio de esa ciudad a McGivnev, Robert & Co.

(2) Plan de acueducto para abastecer de agua a la ciudad de Santiago de Cuba preparado por el capitán S. E. Rockenbach, encargado por el distrito de Santiago de Cuba, aprobado por el gobernador militar, proveyendo captar el agua de los pozos de la garganta de San Juan y bombearlo a las represas situadas en las alturas del este de la ciudad.

(3) Plan para el alcantarillado de la ciudad de Santiago de Cuba por el que se ha otorgado contrato a Michael J. Dady & Co., por el gobernador militar de Cuba, obra actualmente en construcción.

(4) Las ordenanzas y regulaciones dictadas por el Presidente de los Estados Unidos, el 17 de enero de 1899 para el mantenimiento de la cuarentena contra las enfermedades epidémicas en los puertos de La Habana, Matanzas, Cienfuegos y Santiago de Cuba y asimismo en los demás puertos de la Isla, tal como han sido extendidas, enmendadas y hechas aplicables a futuras condiciones, por orden del gobernador militar, de fecha .(no legible)... publicadas en la Gaceta Oficial de La Habana el día.(no legible).. de Abril de 1902.

(5) Las ordenanzas y regulaciones sanitarias en vigor en la ciudad de La Habana (y en cualquier otra población que tenga ordenanzas oficiales, etc.).

Los Estados Unidos tienen entendido que el presente gobierno de la Isla de Pinos continuará como gobierno de facto, hasta que se resuelva lo del titulo de dicha isla por un tratado de acuerdo con lo que estipulen la Constitución cubana y la ley del Congreso de los Estados Unidos aprobada el 2 de marzo de 1901.

Además, he sido encomendado por el Presidente de Los Estados Unidos para entregarle a usted personalmente, esta carta, como ahora lo hago.

LEONARDO WOOD,

Gobernador Militar.¨

Seguidamente el General Wood entrega al señor Palma la carta del Presidente Roosevelt. El Presidente Palma, que apenas si le llegaba al hombro al General Wood, había escuchado pacientemente la lectura e inmediatamente contestó en español, dando lectura, como el General Wood lo había hecho, de la aceptación formal de las condiciones impuestas.

La voz del Presidente se elevo hasta resonar en el gran salón al declarar que su Gobierno aceptaba las responsabilidades de la soberanía. Hablo de este talante:

¨Recibo en este acto el Gobierno de la isla de Cuba, que vos me transferís cumpliendo las ordenes que os dio el Presidente de los Estados Unidos y reconozco que en este acto cesa la ocupación militar de la isla. Al aceptar esta transmisión declaro que el Gobierno de la Republica de Cuba, de conformidad con lo que esta determinado en la Constitución, asume todas y cada una de las obligaciones que el gobierno de los Estados Unidos contrajo respecto a Cuba por virtud del tratado suscrito el 10 de diciembre de 1898 entre los Estados Unidos y Su Majestad la Reina Regente de España.

Tomo nota de que todas las responsabilidades financieras contraídas por el Gobierno Militar hasta la fecha han sido pagadas; que se hace un aparte de $100,000.00 para atender, hasta donde sea necesario, a la liquidación y ajuste de las obligaciones contraídas por dicho gobierno y de que se han transferido al Gobierno de la Republica $689,191.02, que constituye el saldo en efectivo a favor de la nación.

En todo lo que sea aplicable el Articulo V del apéndice constitucional, el Gobierno cuidara de facilitar la ejecución de las obras de saneamiento trazadas por el gobierno militar. El Gobierno cubano también se esforzará, en todo lo posible y en todo lo que dependa de él, para atender las necesidades del saneamiento y mantener el sistema establecido por el gobierno militar de Cuba.

Esta entendido que la Isla de Pinos continua de facto bajo la jurisdicción del Gobierno de la Republica hasta que se convenga entre los Estados Unidos y Cuba, de conformidad con lo que se estipula en la constitución cubana y por la ley aprobada por el Congreso de los Estados Unidos el 2 de marzo de 1901.

Recibo con gran satisfacción la carta que el Presidente Roosevelt nos ha dirigido al Congreso de la Republica y a mí, por los sentimientos de amistad que en la misma se expresan para el pueblo de Cuba.

Aprovecho esta solemne ocasión en que se cumple la honrada promesa del Gobierno y del pueblo de los Estados Unidos respecto a la isla de Cuba y en que la personalidad de nuestro país se establece como nación soberana, para expresaros, como digno representante que sois de esa gran nación, la inmensa gratitud que el pueblo de Cuba siente por la nación americana, por su ilustre Presidente, Theodore Roosevelt, y a vos, personalmente, por los esfuerzos que habeis hecho para la consecución de ese acariciado ideal.¨

La transmisión formal ya estaba hecha, pero el Presidente Palma agrego unas cuantas palabras en inglés expresivas de su profunda gratitud al Gobierno americano y de su agradecimiento personal al General Wood, a lo cual respondió este con el más cordial espíritu. Entonces sucedieron las congratulaciones. Todo el mundo rodea al nuevo Presidente para estrecharle la mano y desearle éxito. El General Gómez lo abraza según la costumbre española. Había lagrimas en los ojos de muchas personas presentes y numerosos cubanos se abrazaban sin conocerse, solo por la alegría.

Mientras tanto, fuera del palacio tenia lugar una escena para agitar los pulsos y hacerse imborrable en la memoria de cuantos la presenciaron. Desde una hora antes de las doce del día cien mil personas tenia clavados sus ojos en la bandera americana que flotaba sobre el palacio. Al acercarse la hora de ser arriada la bandera ocurrieron varias demostraciones prematuras. Repicaron las campanas, pitaron las sirenas de los vapores y se dispararon voladores y cohetes. Empero esos fueron susurros comparados con el volumen de sonido que se desató cuando la bandera americana se arrió a los diez minutos pasados de las doce. El teniente McCoy, de la plana mayor del General Wood, en la azotea del palacio y dos soldados del Séptimo de Caballería estaban a cargo de las drizas que colgaban de los balcones del frente de palacio, habiendo sido intención original del General Wood izar personalmente la bandera cubana en nombre de los Estados Unidos. Cuando se dio la señal de que la ceremonia que tenia lugar dentro había terminado, se soltaron las drizas y la enseña americana descendió ondeando lentamente. La caballería americana formada abajo, saludó y su banda ejecutó el Star Spangled Banner. Un rugido que trepidó por toda la ciudad ascendió del populacho y, como un eco, se escucho el estampido distante de uno de los grandes cañones de La Cabaña al otro lado de la bahía, el primero de cuarenta y cinco salvas, una por cada estado de la Unión.

Simultáneamente con la del palacio fueron arriadas las banderas americanas que ondeaban en La Cabaña, el Morro y otros fuertes de los alrededores de la ciudad. Entonces todas las campanas de la ciudad se sumaron al estrépito. Se estallaron cohetes gigantescos hasta que un palio de humo se cernió sobre la ciudad. Todo esto duró cinco minutos hasta que se izó la bandera cubana. Al flotar libre arriba del palacio y subir en los fuertes, a la vista de los millares de congregados, el estruendo volvió a redoblarse. Los cañones de la Cabaña hablaron esta vez con el saludo nacional de veintiuna salvas. El crucero americano ¨Brooklyn¨ y los navíos de guerra extranjeros anclados en la rada pusieron la bandera de la nueva Republica en el palo mayor y la saludaron con 21 cañonazos. Las bandas cubanas estacionadas en la plaza del Malecón, el Morro y otros lugares de la ciudad rompieron a tocar el himno de la patria mientras las baterías de los barcos tronaban en acompañamiento bélico.

Mas, la demostración del pueblo dejo chiquito al resto. Sus vivas eran como un rugir del océano. Subían y bajaban. Las mujeres agitaban pañuelos, abanicos y quitasoles. Los hombres brincaban de alegría y todo el mundo abrazaba a sus vecinos. Las lagrimas fluían de muchos ojos pero el griterío no cesaba. Las multitudes daban vivas a los Estados Unidos, al Presidente Palma, al General Gómez y al General Wood. Faltaban diez minutos para que la tormenta de sonidos comenzara a amainar cuando hubo otra gritería estruendosa al partir el General Wood y los funcionarios americanos del palacio para el muelle.

Mientras tanto las tropas de caballería que estaban en la plaza habían marchado tranquilamente al espigón donde embarcaron en el vapor ¨Morro Castle¨ de la Ward Line. El general Wood y sus ayudantes fueron escoltados hasta el muelle por el Presidente Palma, todo el Gabinete, el Congreso cubano y el cuerpo consular. También fueron acompañados por la mejor banda de música de La Habana. La demostración que recibieron a todo lo largo de su recorrido fue asombrosa y no dejaron duda de la gratitud y de la buena voluntad de los cubanos para con los americanos. El general Wood y los demás oficiales abordaron la lancha de vapor que los condujo a través de las rutilantes aguas de la bahía hasta el ¨Brooklyn¨.

Al subir el General Wood al costado del buque y poner pie en su cubierta la guardia de infantería de Marina de a bordo desfiló en honor del exgobernador general de la isla y el barco hizó un saludo de veintiuna salvas.

Mucho antes, desde por la mañana temprano, muchos contingentes de niños escolares marcharon a la Plaza de Armas, formaron coro ante el palacio y cantaron un himno americano.

A las diez de la mañana una delegación del Centro de Veteranos obsequió al General Wood un hermoso machete con una empuñadura bellamente grabada. Tiene el escudo de armas cubano y una estrella solitaria de oro por un lado y por el otro las iniciales del General, en oro.

El Presidente Loubet, de Francia envió el siguiente cablegrama al Presidente Palma:

¨En momento en que su excelencia toma posesión oficial de vuestros altos deberes os envió mi sincera felicitación y ruego por vuestra felicidad personal y por la prosperidad de Cuba¨.

El Presidente Palma recibió asimismo el parabién de los presidentes de Guatemala y Santo Domingo y también de la Cámara de Representantes mexicana. Igualmente, muchos mensajes de felicitación de España y cientos de congratulaciones desde los Estados Unidos.

En este punto finalizó el despacho del corresponsal Howard N. Thompson. El hombre de la AP salía de la oficina del cable, después de enviar todo lo descrito, cuando todavía desde la balconada del Palacio de los Capitanes Generales, el primer Presidente cubano saludaba al pueblo agitando el bombin...

José Luis Fernández es el director de LA VOZ DE CUBA LIBRE.

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From: LavozdeCubaLibre@aol.com
Sent: Wednesday, May 19, 2004 9:20 PM
Subject: HACE 102 AÑOS.




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