Habían pasado algo mas de 40 años. Fue un tierno y a la vez ardiente romance de juventud. Sucedió en La Habana de 1959. Ella era una jovencita de 20 años, con un cuerpo y un rostro como solo se dan en Cuba. Cinco pies 6 pulgadas de estatura, 120 libras, piel blanquísima, ojos verdes y un pelo negro como el azabache.
Las estrictas reglas morales que imperaban en Cuba durante aquella época hicieron que este romance fuera conocido solo por los protagonistas y un pequeñísimo grupo de amigos mutuos. Vivian un romance de ardiente presente con un futuro lleno de ensueños. Pudiera decirse que los amigos que compartían el secreto disfrutaban también la ternura y las alegrías de aquel intenso amor de juventud.
Todo marchaba con un futuro color de rosa cuando a fines del 60 y principios del 61 comenzaron las confiscaciones y se eliminaron las libertades individuales. La familia de ella, pequeños comerciantes, quedó desamparada de la noche a la mañana. Perdieron el fruto de muchos años de trabajo y sacrificios. El porvenir de los hijos quedaba también incierto. El padre no era tan viejo como para no poder empezar de nuevo y continuar la protección de ellos hasta que alcanzaran totalmente la vida adulta. Pero, obviamente, eso seria imposible durante el nuevo sistema implantado en la isla. Tenían que buscar otros horizontes donde poder comenzar de nuevo. Al igual que cientos de miles en igual circunstancia marcharon rumbo a La Florida en la primavera de 1961.
La despedida de los jóvenes amantes fue de un dolor tal que en varias ocasiones la jovencita se desvaneció momentáneamente en los brazos de su amado. Se besaron con besos regados por las lagrimas que no cesaban de correr por su rostro, era como si presagiaran que no volverían a verse. En la mirada final el rostro de ella se encontraba desfigurado, con los ojos tan hinchados de llorar, que parecían los de un boxeador al final de una pelea. Se juraron promesas...
Durante los primeros meses se hablaban por teléfono varias veces a la semana, pero el gasto de estas llamadas no era posible para los nuevos refugiados y él, en La Habana, había sido despedido de su trabajo ante su negativa de formar parte de las milicias revolucionarias, por lo que tampoco contaba con el dinero necesario para el costo de las mismas. No tuvieron mas remedio que concretarse a la comunicación por correspondencia. Empezaron acusaciones de ambos lados por la demora en contestar las cartas que a diario se escribían y decidieron numerar las cartas que se enviaban el uno al otro. Así, para mutuo alivio, descubrieron que en La Habana, quizás debido al enorme volumen de la misma, las autoridades postales destruian la mayor parte de la correspondencia con el extranjero, tanto la que salía como la que entraba. Llegaban solo dos o tres de cada 10 cartas, cosa que ambos confirmaron con otras personas, tanto en Miami como en La Habana.
Finalmente, después de obtener una visa "waiver" para también viajar a La Florida, él fue enviado a los campos con las "Brigadas de Trabajo del Departamento de Inmigración". Los padres de ella se mudaron de ciudad. Terminaron las comunicaciones entre los amantes por completo.
Pasaron diez largos años, después de aquella dolorosa despedida. Él pudo salir rumbo a Miami, pero por diversas razones no le fue permitido quedarse en La Florida. Desde lejos trato de encontrarla, pero no tenia por donde empezar. En la antigua dirección que tenia, en Hollywood, una pequeña ciudad cercana a Miami, era desconocido su apellido. Encontró un par de antiguos conocidos de ambos, pero ninguno había sabido mas de ella desde que salió de Cuba.
La vida siguió su curso implacable. Recientemente, cuarenta años después, él viajo a Miami, donde paso una corta temporada. Pero ha pesar del tiempo transcurrido seguía obsesionado por verla de nuevo. Ya tenia cierta reputación y conexiones. Un amigo, agente del Buró Federal de Investigaciones destacado en La Florida, localizo el file inicial de la llegada de la familia en 1961 donde había anotaciones de la naturalización de todos en 1966. Por el mismo procedimiento encontró que la joven había cambiado de apellido en 1971. Se había casado pocos meses antes que él pudiera salir de Cuba. Trato de localizarla a través del directorio telefónico con su nuevo apellido pero tampoco tuvo suerte. El amigo del FBI le dijo que podría conseguir su dirección, pero que debido a los sucesos de Septiembre 11 del 2001, tenia mucho trabajo asignado y por ahora no dispondría del tiempo necesario para hacerlo.
Pero El Destino es un cruel bromista. Durante su corta estancia en Miami. Él asistió a un concurrido evento cultural cubano. Dirigiéndose desde el parqueo hacia la entrada del teatro se encontró caminando al lado de una señora delgada, elegantemente vestida, haciéndose ambos comentarios sobre algunos de los participantes en el evento, viejos artistas muy conocidos en la Cuba pre--Castro.
Habían llegado muy temprano y como ambos iban solos se sentaron juntos. Después de acomodarse el se presento formalmente dándole su nombre y ella le dio el suyo. Afortunadamente ella no lo estaba mirando, pues se hubiera asustado de la repentina palidez de su rostro. Por un momento se quedo casi sin poder respirar. ¡Era el nombre que le había dado su amigo del FBI! ¿Seria posible que aquella frágil dama de pelo blanco fuera su amor perdido? Pero se tranquilizo rápidamente, pensando que posiblemente era una simple coincidencia.
Pero ella, ojeando el programa, le dice: "¡Que casualidad, hace muchos años conocí a una persona con su mismo nombre!" Él tuvo que realizar un máximo esfuerzo para controlar su emoción. Al cabo de unos segundos encontró fuerzas para preguntar, lo más indiferente posible: "¿Algún compañero de estudios aquí en Miami?" Ella sonrió melancólicamente y se volvió hacia él. "No, fue en Cuba, hace muchos... muchos años". En ese momento, por primera vez pudo verle los ojos a través de los lentes que ella usaba ahora. ¡Eran lo mismos ojos verdes, con el mismo brillo juvenil, pero en un rostro ajado por los años! Estuvo tentado de decirle.'¡Soy yo, que al fin te encuentro después de tanto buscarte!", pero decidió tratar de ver que había sido de su vida antes de descubrirse.
"Algún enamorado quizás", le dijo 'como quien no quiere la cosa'. Ella, otra vez con la vista en el programa le contesto: "Mas que eso. Fue la persona que más he querido en mi vida". Una agradable sensación le invadió por todo el cuerpo. Con gran esfuerzo, evitando nuevamente descubrir sus emociones le pregunta. "¿Qué paso? ¿Cómo era él?"
"¿Qué como era él?", le contesto levantando la vista hacia el escenario, pero mirando a través del tiempo.
"Era guapo, esbelto, elegante, alegre, tierno y picaresco a la vez" Se sonrió ampliamente ante este recuerdo.." Se parecía al actor de cine Errol Flynn. Sobre todo cuando sonreía. Quizás porque usaba el bigote con su mismo estilo y tenia los dos colmillos ligeramente salidos como el actor. Todas mis amigas me confesaban que habían estado enamoradas de él. Pero yo sabia que todavía lo estaban y no me importaba. Disfrutaba del privilegio de que fuera mío".
Ante una breve pausa él volvió a preguntar. "¿Pero, que paso? ¿Por qué dice que hace muchos años? ¿Se pelearon?". "¡Oh, no!", dijo ella con vehemencia. "Fuimos otras victimas del castrismo. A mi papa le confiscaron su tiendecita y tuvimos que venir para acá. Mi novio había conseguido también una visa "waiver", pero en Octubre de 1962 se suspendieron los vuelos de Pan American y no supe mas de él. No sé si pudo salir o si esta todavía en Cuba. Seguro que se caso. Yo me case con un buen hombre que falleció hace cinco años. Tengo hijos y nietos. Y aquí me ve..." --volviendo su rostro con una dulce sonrisa hacia él ---- disfrutando la vida lo mejor que puedo. Usted me ha traído viejos recuerdos. Muy queridos, queridos recuerdos, que también me llenan de tristeza".
Ante esto, él, con sinceridad le manifestó: "Siento haberle traído esos tristes recuerdos". "Oh, no. De ninguna manera" ----contesta ella apresuradamente-- "Todo lo contrario. Se lo agradezco mucho. Si, son tristes pero solo porque son hechos que no volverán, pero por el contrario a lo largo de mi vida, que como ve ya tengo el pelo blanco, muchas noches he aliviado las penas de mi vivir diario con esos recuerdos que hoy compartí con usted, no sé porque, quizás porque usted se llama igual que el y hasta me parece que tiene su misma voz. Pero ya no estoy tan segura. En el pasado, muchas, muchísimas veces sentí sobresalto al escuchar lo que yo creía era su voz en mercados, en tiendas, en la calle, para siempre sufrir una desilusión. Pero no se inquiete, a pesar de que siempre me traen lagrimas también siempre me han traído mucho alivio. Tanto así, que cuando llegamos al exilio compre todos los discos con "nuestras canciones" las que escuchándolas me hacían llorar de tal manera que tuve peleas con mis padres, pues querían que me deshiciera de ellos. Gracias a Dios no lo hice. Todavía hoy, ya rallados de tanto escucharlos, cuando me siento incomoda o agitada por los problemas de la vida o de mis hijos o nietos, en la soledad de mi alcoba me pongo a escucharlos y es como un bálsamo que alivia todas mis vicisitudes. Como usted comprenderá nunca he comentado esto con nadie, por lo que le ruego que quede entre nosotros. En realidad me ha hecho mucho bien recordar con usted esta pequeña, pero tan importante, parte de mi vida. No sé porque, pero me siento mucho mejor después de haberle contado mi secreto. Todavía me sorprende él haberlo hecho. ¿Y usted, que hace, que profesión tiene, donde vive? No es justo que usted sepa mi mas querido secreto y yo no sepa nada de usted".
En esos momentos se atenuaron las luces y comenzó el acto. Como decían en nuestra tierra él pensó aliviado: "me salvo la campana". Pues después de haber visto y sentido sus sentimientos, no hacia él, sino hacia aquel apuesto joven que desapareció de su vida, no tuvo valor de estropearlos. ¿Cómo destruir la imagen, podríamos decir mística, que tenia de su persona, diciéndole que el viejo gordo que tenia a su lado era el mismo que ella recordaba como "su Errol Flynn"?
Durante la presentación, sentado en la oscuridad, casi de reojo mantuvo su mirada en su rostro. Sentado a su lado no veía la dama que accidentalmente había encontrado en el parqueo, sino a la joven que tantas veces estuvo amorosamente entre sus brazos y una vez mas, como tantas miles de veces en los últimos cuarenta años volvió a recordar vividamente aquellos tiempos en que ambos eran felices. Sus primeras citas. ¡Con que ansiedad él la había esperado a veces hasta una hora en el lugar donde ella cambiaba de ómnibus! Como inventaban entre los dos las excusas que darían cuando ella legara mas tarde "de lo debido" a su casa. Recordó con ternura a la amiga de la familia que se presto para que periódicamente usaran su apartamento como un romántico nido de amor. Recordó vividamente la vez en que "se sintió indispuesta" y no acompaño a los padres un fin de semana que tenían que ir a la boda de un familiar lejano en Las Villas. Él conocía a un español que era dueño del Hotel "Ambos Mundos" y le alquilo muy barato una habitación donde él decía que había vivido Hemingway. ¿Cómo olvidar las horas que la tuvo en sus brazos mirando los barcos que entraban en la bahía desde la terraza del hotel? En esa hora, mientras aplaudían y se sonreían escuchando las canciones y los chistes de los viejos artistas, él recordó nostálgicamente todos los dulces incidentes que sucedieron durante su largo y tierno romance. ¿Cómo iba a cometer la vileza de destruir el dulce recuerdo que, ella le había confesado, era lo que le ayudaba a sobrellevar su vida? No. No iba él a destruirle esos recuerdos felices, como quien rompe un espejo, esa imagen bella, esa ilusion romántica, con la realidad actual.
Durante el intermedio se escapo a saludar a otras personas que había en el teatro, para no tener que mentir sobre su vida, pues tendría que hablar sobre lo que hacia durante el tiempo en que romanceaban en Cuba y siempre había el riesgo de que sus propios sentimientos pudieran traicionarlo, regresando a su asiento después de empezar la segunda parte del espectáculo. Aprovechando que él también tenia un programa, unos minutos antes de que terminara el evento salió del teatro. Desde la oscuridad de su auto la vio salir. Le pareció que ella le buscaba al detenerse en el vestíbulo mirando alrededor, mientras saludaba a algunos conocidos. La vio ir hacia su auto con paso lento pero firme. Cuando salió del lugar, por un momento pensó seguirla, para ver donde vivía. Pero recordó los hijos y nietos que menciono y decidió no hacerlo. Así ella mantendría en su mente la imagen idolatrada del apuesto joven amante y lo seguiría recordando con la misma ternura e incertidumbre. Él continuaría recordándola con la misma adoración, pero desde aquel momento había terminado la ansiedad y el vació que había tenido su vida durante los últimos 30 años. Su inquietud por ella finalizaba. Desde su dolorosa separación, la vida de ambos había seguido rumbos paralelos, sin encontrarse hasta ahora y decidió que siguiera así. Se dio cuenta que hasta cierto punto esta era una decisión egoísta. Pero se aseguro que era lo mejor para ella. Permaneció largo rato en su auto. Sintió una fuerte opresión en el pecho y algunas lagrimas corrieron por su rostro. Era otra angustiosa despedida de su amada. Cuarenta años después. Esta vez para siempre.
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From: LavozdeCubaLibre@aol.com
Sent: Saturday, February 14, 2004 7:25 PM
Subject: Historias reales para el Dia de Los Enamorados. No. 2